Más allá de que todo el mundo seguirá contribuyendo vía el sistema tributario, una sociedad que tenga satisfechas las necesidades vitales de sus miembros propiciará situaciones de solidaridad y colaboración mucho más habituales que en la actualidad, así como aportaciones de tipo cultural, artísticas y recreativas, como resultado de un mayor bienestar personal.

Ahora mediante los impuestos aportamos para recibir ciertos beneficios públicos como la sanidad, la educación etc. Con la RBI se equilibraría aún más lo que recibimos y lo que aportamos por ley. Eso al margen de lo aportado de manera voluntaria en beneficio de la sociedad.

Además, no se puede sostener que en la actualidad la reciprocidad está garantizada a través del aporte que se hace por la vía del empleo. El trabajo esencial de cuidados, que lleva siglos infravalorado y atribuido casi exclusivamente a las mujeres, es un ejemplo claro de cómo la contribución social no puede limitarse al sistema productivo.

Por otro lado, es evidente que hay muchos empleos, que no sólo no aportan nada al conjunto de la sociedad, sino que constituyen un grave daño (por ejemplo, la industria armamentística) y cuya única razón de ser es obtener beneficios privados al margen del bien común.