Parece claro que tal derecho, para ser deseable, debería ir acompañado del derecho a una remuneración suficiente y a unas condiciones laborales dignas, ser socialmente útil o “ético” y además tener algún sentido para la persona trabajadora.

La RBI se presenta como una vía más barata, eficiente y justa de repartir el trabajo “socialmente relevante” (no sólo el trabajo asalariado) y lo haría de una forma no “forzada”. Posibilitaría que muchas personas trabajaran menos horas, de tal modo que otras pudieran cubrir el espacio que ellas dejaran libre; así, el empleo generado tendría más posibilidades de ser reconocido socialmente. La RBI permitiría un abanico de formas de dedicación laboral mucho más amplio que el actual y haría que la flexibilidad fuera realmente voluntaria.