Una RBI suficiente para garantizar la supervivencia de la población trabajadora, daría una mayor fuerza negociadora a la parte más débil de la relación laboral, pues esta, segura en cuanto a la continuidad de unos recursos mínimos, podría más fácilmente resistir el chantaje patronal. Así, una RBI dotaría a las trabajadoras y trabajadores de unos niveles nada despreciables de independencia socioeconómica respecto al mundo empresarial, con lo que la relación laboral se tornaría menos “desequilibrada”.